domingo, 9 de enero de 2011

Los Trabajos de la Juventud

Grande y soberbia, en mí siento
a la poderosa energía
del que no conoce el aspecto
del crepúsculo de los días.
Y al numen que a todos entrega
en los albores del trayecto
el bagaje de las pasiones,
de dolores y de emociones.

Congregados singularmente
fuerza, espíritu, y mente.

Son estos el fausto acicate,
son el obsequio inigualable.
¿Qué es, entonces, lo que yo hago
tirando mis cartas al pozo
sin siquiera haberlas jugado?

¿Por qué me dejo yo vencer
tan fácil por la dejadez?

Así y todo es raro ver
al que del muy veleidoso hado
recibe desde la niñez
el impulso de los trabajos.
Mas tal fenómeno gozoso
¡tan pronto aparece, nada es!,
pues la honra incipiente depara
a futuro muerte temprana.

Y esto hace a muchos preguntarse
si la honra tal destino vale.

Nos antojan vanas las ansias
del buque de doradas jarcias
que se hunde apenas arribado,
puesto que el océano infame
tan poco aprecia los milagros.

Y ahí nuestras almas navegan,
en la mar que quita y obsequia.

Y a fin de no ceder las velas
¿Qué más queda, sino el esfuerzo
ya que la furiosa marea
no se aplaca con simples rezos?
Actuemos cierta y virilmente
y dediquemos a obras nuestras
constancia, recelo y pasión
en todo instante de labor.

Hasta que deje el dios Eolo
de castigarnos con sus soplos.

Vale conocer bien temprano
De los númenes sus mandatos
y honrar a la naturaleza
obedeciendo a sus caprichos
con fiel y sincera entereza.

Y trabajar con gran deseo
en nuestras labores y empeños.

© Wilhelmus Blaranzita

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