lunes, 24 de enero de 2011

Frenesí Amoroso

Sufren tus cabellos rubios, blanca faz
y celestes ojos, el ardor de mi
abrasante iris, que en clima tan
suave como este, tales atributos
aclararon. Sufren tu figura y
formas ser la presa gentil de mis fauces,
por la crueldad del deseo indómito
y de mi fragor hechas montaraces.

Sufren tu pudor de doncella y
gracia virginal el furioso ataque,
fácil arremetida, a su fortaleza:
cómico recurso que muy pronto deja,
en intempestivo y feroz ataque,
tu ciudadela al descubierto.

Sufren tu gollete, pecho y tu boca
de los vehementes restallidos que
labios míos sueltan con fácil premura:
tan dulce lo que culmina de acerba
infatuación es. Mi mano impasible
se estremece con el suave contacto.
¿Por qué ante el deseo supremo
estar timorato? Porque emponzoñado
se encuentra tu amante por el veneno
de los Erotes, chiquillos impetuosos,
quen mi pecho con furia y capricho
diabólicos su dorada saeta
insertaron en la trémula carne.

Deliciosa angustia es el repentino
encuentro que junta a dos corazones
armónicos; como tal no hay en vida
escasa y breve. El corazón se
sumerge, la crisma se remonta y
el hombre ya no es dueño de sí
al mirar los rasgos simétricos y
la coqueta y bien contorneada
figura de una muchachita apenas
entrada en la alba de sus gracias.

Noviembre de 2010

© Wilhelmus Blaranzita

domingo, 9 de enero de 2011

Los Trabajos de la Juventud

Grande y soberbia, en mí siento
a la poderosa energía
del que no conoce el aspecto
del crepúsculo de los días.
Y al numen que a todos entrega
en los albores del trayecto
el bagaje de las pasiones,
de dolores y de emociones.

Congregados singularmente
fuerza, espíritu, y mente.

Son estos el fausto acicate,
son el obsequio inigualable.
¿Qué es, entonces, lo que yo hago
tirando mis cartas al pozo
sin siquiera haberlas jugado?

¿Por qué me dejo yo vencer
tan fácil por la dejadez?

Así y todo es raro ver
al que del muy veleidoso hado
recibe desde la niñez
el impulso de los trabajos.
Mas tal fenómeno gozoso
¡tan pronto aparece, nada es!,
pues la honra incipiente depara
a futuro muerte temprana.

Y esto hace a muchos preguntarse
si la honra tal destino vale.

Nos antojan vanas las ansias
del buque de doradas jarcias
que se hunde apenas arribado,
puesto que el océano infame
tan poco aprecia los milagros.

Y ahí nuestras almas navegan,
en la mar que quita y obsequia.

Y a fin de no ceder las velas
¿Qué más queda, sino el esfuerzo
ya que la furiosa marea
no se aplaca con simples rezos?
Actuemos cierta y virilmente
y dediquemos a obras nuestras
constancia, recelo y pasión
en todo instante de labor.

Hasta que deje el dios Eolo
de castigarnos con sus soplos.

Vale conocer bien temprano
De los númenes sus mandatos
y honrar a la naturaleza
obedeciendo a sus caprichos
con fiel y sincera entereza.

Y trabajar con gran deseo
en nuestras labores y empeños.

© Wilhelmus Blaranzita