miércoles, 6 de abril de 2011

Los Tres Afanes del Hombre

El hombre posee un complejo espíritu
que se asemeja a un nubloso plasma
al que no se puede ver ni palpar
ni oler o entender con facilidad,
mas que, estando aprisionado en un
recipiente bien perceptible y que
maleable es al gusto de la esencia,
puede observarse su actuar sin gran ciencia.

De tal forma es posible examinarlo
y aplicar en él métodos científicos:
analizar, anotar, comparar,
luego compilar y sintetizar.
Pasos que nos llevan a concluir
en la afirmación que hoy nos atañe:
y es que los vigores del ser humano
en tres afanes se ven concentrados.

Primero, el de dar en el amor
todas las fuerzas de la mocedad
y, en toda la vida o la gran parte,
a besos y caricias consagrarse.
En ver en la mitad y en uno mismo
dos partes iguales de una semilla
que, de asombrosa forma, se sustenta
con el calor que su interior genera.

¡Qué gran gozo es contemplar la visión
que de a poco nos revela sus brillos!
¡Y cuánto de candidez se requiere
para creer que otras dichas hubiesen!
La vista que nubla el discernimiento
y llena de ardor al ser infatuado
no es ilusión ni espejismo engañoso
¡es la certeza pura del arrobo!

Segundo, el afán de honras, de fama,
que no menos que las pasiones de Eros
revuelve iracundo el mar del delirio
donde zozobra el consciente navío.
La chispa que enciende todas las mechas
de todos los cañones y fusiles;
el embrión de los belicosos hábitos
que a tantos hombres ha privado de hálito.

¡Por qué tanto te molestas, pobre hombre!,
si la gloria nunca llega invitada:
se buscaría, pero no aparece
jamás en vida a los que la merecen.
Y la que sí se presenta no es más
que una gloria endeble, no duradera,
que pronto comienza a languidecer
al dejar las armas enmohecer.

Tercero es el afán de propiedad
la ambición desmesurada de holgura,
de una cómoda existencia burguesa,
sin preocupaciones ni tristezas.
En verdad hay no mayor aliciente
para el trabajo en común de los hombres:
el gran valor que asignamos al rango
que medimos en cosas que compramos.

¡Aquel que tenga ojos, pues que así mire!
a las tontas abejas disputarse
enloquecidamente el néctar dulce
que a raudo éxtasis su efluvio sume.
¿Mas puede uno honestamente decir,
bien puesta una mano en el corazón,
Que hubiese una vehemencia benigna
aún cuando todas sean dañinas?

Estos tres son los afanes humanos
que, amalgamados, dan como fruto
al espíritu, en su mayor parte,
y creo yo bastante razonable
que poco peco de vulgar simplismo
al hallar en la vida y en los hombres
pocas o ninguna cosa que sean
igual motivo de tantas faenas.

Y el orden en que estos se presentaron
sirve para juzgar de su valor
y es de esta trinidad el más loable
el de darse por entero a la amante.
Y es, por el contrario, el más cruel
al objetivo bienestar humano
el execrable culto a la materia
del que mide su vida en pertenencias.

Y concluir de tal forma se puede
a la noción de que se es más feliz
con pocas cosas y bastante amor
y moderado gusto en el honor.
Porque de tal instancia se reserva
mayor atmósfera para el espíritu
que se puede destinar a lo noble,
a lo más elevado del ser hombre.

Noviembre de 2009

© Wilhelmus Blaranzita

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